viernes, 20 de noviembre de 2015

NEURO J. VILLALOBOS RINCÓN, INVOCACIÓN O EVOCACIÓN

 “La finalidad del Estado es la promoción de la virtud y también la felicidad de los ciudadanos. En ese sentido, la política es la continuación y la culminación de la ética.” Aristóteles
La Carta Democrática Interamericana aprobada el 11 de septiembre de 2001 por los Estados miembros de la O.E.A, entre sus resoluciones distingue los elementos esenciales de la democracia representativa y los componentes fundamentales de su ejercicio. Los primeros son definidos como: el respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales; el acceso al poder y su ejercicio con sujeción al estado de derecho; la celebración de elecciones periódicas, libres, justas y basadas en el sufragio universal y secreto como expresión de la soberanía del pueblo; el régimen plural de partidos y organizaciones políticas; y la separación e independencia de los poderes públicos.
Los segundos se definen como: la transparencia de las actividades gubernamentales, la probidad, la responsabilidad de los gobiernos en la gestión pública, el respeto por los derechos sociales y la libertad de expresión y de prensa, y el respeto al estado de derecho de todas las entidades y sectores de la sociedad.
Al hacer una lectura de los elementos y componentes de la democracia y su ejercicio, que se desarrollan en sus 28 artículos, podemos llegar a la conclusión inequívoca de que ese acuerdo ha debido invocarse ya en el caso venezolano porque la gestión de gobierno desde el año 1999 hasta la actualidad, se ha caracterizado por discurrir fuera del cauce de la legalidad e incluso de la constitucionalidad y por el irrespeto a los principios democráticos, que es lo que trata de preservar ese acuerdo. De esa omisión han sido culpables todos los Estados y Gobiernos que conforman ese insulso organismo internacional. Dicha carta ha quedado para su evocación, para el recuerdo, por el temor al efecto boomerang de su aplicación a los regímenes no democráticos.
Ese comportamiento pareciera dar la razón a Theodor Adorno cuando nos habla de “la irracionalidad de la razón ilustrada”. Somos una sociedad que se precia de ser científica y técnica, de ser profundamente racional, pero sólo en los medios que utilizamos para obtener tal o cual fin. Es racional ese fin? Se pregunta Adorno, y se responde:”nuestra sociedad ha llevado por ejemplo al nazismo y al stalinismo. Fórmulas ambas que no tienen nada de racionales. Los métodos que emplearon si lo fueron, instrumentos para tener el poder, el dominio, la manipulación de la gente y de las conciencias. Se trata de métodos racionales pero todos al servicio de fines profundamente irracionales.
Los mismos fines y métodos utilizados aquí por  los promotores y ejecutores del socialismo del siglo XXI, sólo que en ellos no existe “razón ilustrada” sino una ignorancia audaz y rapaz cuyo fin es la conservación del poder.
Neuro Villalobos
nevillarin@gmail.com
@nevillarin

Zulia - Venezuela

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