miércoles, 18 de noviembre de 2015

PEDRO RAÚL VILLASMIL SOULÉS, DE LA MASA NO PUEDE EMRGER LA RAZÓN

        Yo no vacilo en colocarme entre aquellos que ven la pasada y la presente historia de Venezuela,  como la expresión de un conjunto de seres humanos que en su mayoría no estuvieron ni han estado a la altura de formar parte de la clase de los políticos excepcionales y menos todavía del  linaje de los que llamamos estadístas quienes con su pensamiento, acciones, cualidades y virtudes como la probidad, la templanza, la sobriedad, la honradez y la moralidad, suelen dominar y servir de ejemplo y de modelo a una sociedad.

         En  casi todos estos líderes nuestros,  ha privado el materialísmo político, el antípoda de la falta de idealísmo que es el alma de las teorías legítimas y republicanas. De un  materialísmo que dio pábulo al primitivísmo  pueblero, esto es,  a la demagógia, con la que se edulcora la esperanza de los pueblos para que no reflexionen. Esa suerte de degeneración intelectual  que ofrece transformar de un golpe todo y,    por perversion vital de la clase dirigente que la promueve,  apoya, aprueba y permite  que hasta se pervierta   la voluntad por el deber ser. Valga decir,   lo incivil, lo incorrecto con tal de complacer lo que aspiran los instintos multitudianrios de la masa. De esta manera, se da pie al lamentable espectáculo en el que la masa  en vez de acogerse el juicio y  a la opinión del  lider, es la masa la que termina ejerciendo su influjo  sobre  el lider,  convertidolo casi en  otra masa más. Ya decía  Renan, “en  política hay que guardarse bien de sentir simpatía por el deber ser; lo que tiene éxito, generalmente, es la demagogia por que, siempre, suele abonar  lo que no debe ser,”
          Por otra parte,  la escasa formación de nuestra clase dirigente,  sus débiles y no muy sólidos fundamentos éticos,  los ha llevado, salvo excpciones,  a la concupiscencia  que genera el poder mal usado y mal administrado.  Desde hace tiempo,   esta clase  -que   en toda  sociedad  la forman personalidades sobresalientes llamadas a  ejercer influencia en la gente  sobre diversos acontecimientos-  por inconsistencia en la escala  de sus pricipios  y  en el vigor metal  de sus ideas, ha alterado su astrolabio y fuera de si  perdió su autencticidad para darse a vivir una vida falsa que lo  incitó a gozar, frivolamente,  de lo que encontraba a su paso, ocupando su puesto la muchedumbre. Es lo que vimos y vivimos, los venezolanos a partir del año 1974, cuando el petróleo comenzó a alcanzar precios milyunanochescos. A raiz de esto,    CAP  y los gobiernos  que lo siguieron,  convocaron al país a participar en un festín de Baltazar  cuya jarana culminó  con la orgía  que Chávez  montó,  bajo la fuliginosa lubricidad  del cuerpo bien cebado del vellocino petrolero,  -hoy  enjuto, enteco y exánime-  que  Maduro pretende, ahora, ofrecer como aval para obtener  algunos dólares  y pretender,  con  cinísmo,  reponer  al defalco que  este  narcocrático y mafioso  régimen  de sanguijuelas le ha causado,  con descaro,  a Venezuela en estos últimos diez y siete años. 
           Desde entónces,  Venezuela no ha tenido en su haber,  que manos depredadoras  que,  por incuria,   se  negaron a  “tomar por medio a la virtud”  como aconejaba El Quijote a Sancho cuando iba a gobernar la Isla  de Barataria, porque como bien le decía, “la sangre se hereda y la virutd se aquista.”  Y por  desgano y aversion  el  llamado del bueno del Jesús,  “que no se viene al mundo a ser servido sino  a  servir,” se ha desoido.   Más aún, por desarraigo a un decálogo de convicciones,   nuestra clase dirigente, sin  mucha tierra abonada  donde cultivar este princiipio, sin quicio y sin autenticidad genérica, se ha dado, como hemos visto,  permisos ímprobos para lanzar los pies al aire, ponerse fuera de toda responsabilidad y entregarse al libertinaje como se ha comprobado en estos últimos  lustros.
            Para desgracia de Venezuela, en vez de que en estos largos cuarenta años,   estos  hombres que han  figurado de rectores de la vida política nacional, se  hubieran tomado, de verdad y  en serio su misión; y hubieran dejado de figurar  como una fauna humana, farandulera, histrionica y farsante, no estaríamos como estamos hoy “mirando para San Felipe,”  como decía un juglar en mi tierra. Pero, por decidia,  irreponsabilidad  y negligencia;  por no haber sentido con angustia y entusiasmo ardiente las necesidades inexorables de la vida venezolana, acabaron por falsificar su compromiso. Si por el contrario, su vida hubiera sido  menos suya y más volcada sobre el país, habrían podido promover el diseño  y la puesta en marcha de un proyecto-historico político de unidad nacional  -del que se resiente Venezuela-  que vertebrara la función  pública. Pero, una suerte de intereses creados por cohecho y pillaje plebeyo, impidieron suscitar la dedicación  patriótica requerida para programar un orden de cosas coherentes que hubiera podido, en aras de la salud del cuerpo de la República, dinamizar las fraccionadas partes de ese cuerpo para que recuperar el todo. Sin embargo, se prefirió,  antes que un  programa para el mañana,  que implicaba: incorporar, aunar,  e integrar  una unidad superior de lo diferente-  inventar paliativos, paños calientes, como las Misiones y toda esa cantidad de micro-organísmos de beneficencia,  que más que beneficiar integralmente a la población, sirven, principalmente, para aumentarle los créditos populares a los politicastros, así como para  elevarles el valor de las acciones electorales. 
        No nos engañemos, Venezuela no ha tenido hasta ahora una verdadera democracia,  si pensamos  que ella,  como la define Burdeau,  “es una filosofía, una manera de vivir, una religión  y casi accidentalmente una forma de gobieno.”  Y no  la hemos tenido, porque carecemos de un pueblo culto, carente de templanza, de bravura y de verdadero patriotísmo. Su pobreza intelectual  y material, han convertido al venezolano en una  persona  logrera, con un daño moral incalculable en su espíritu que alcanza a zonas muy profundas  de su ser . De la masa no puede emerger la razón suficiente para gobernar a un pueblo. Es indispensable la moral y las luces  que lo liberen de ese fondo indistinto de mediocridad  que lo sofoca y lo oprime; sin identidad ni originalidad, para que con el fuego del espíritu pueda adquirir conciencia y dicernimiento para valorar la importancia que tiene saber cultivar el jardín interior, donde se aposenta el alma. Para poder  “llegar a  ser emperador de si mismo, como decía Ortega, primera condición, para poder imperar en comunión con los demás.” 
          Lo esencial en la democracia no es salir a votar, ni que se  piense y se diga libremente lo que se cree. Lo esencial  es que el bien común general de la nación se ponga en práctica y se respete. La mayoría numérica puede desear, soberanamente, por ejemplo que se cambie la historia (como ya lo ha hecho el chavismo) o que se cambie el nombre de la patria (como se hizo, también): entónces, esta soberanía no es más que un extravío, un yerro, un disparate. En este sentido, valga afirmar, con Renán,  que el sufragio es como un montón de arena sin cohesión ni relación fija entre los átomos. Con él es imposible construir una casa. La conciencia de una nación, reside en la parte ilustrada de ella, parte que arrastra e ilumina al resto.
Pedro Raúl Villasmil Soules.
prvillasmils@hotmail.com
@prvillasmils

Caracas - Venezuela

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